Ser propietario de una vivienda va más allá del sueño de la casa propia. También significa más autonomía económica, más respaldo para tomar decisiones, o la oportunidad de apelar a un bien para convertirlo en dinero - alquilándolo, vendiéndolo, hipotecándolo - si la necesidad toca la puerta.
Por el contrario, carecer de esta posibilidad acorta enormemente cualquier márgen de maniobra. En otras palabras, equivale a tener mayor o menor libertad individual.
El economista bengalí Amaryta Sen, Premio Nóbel de la Economía 1998, se ha destacado por sus estudios sobre pobreza e iniquidades, donde las cuestiones de género no han estado ausentes.
" En muchas sociedades, la propiedad puede ser también, muy desigual. Aún, bienes básicos como los hogares y la tierra, pueden ser compartidos muy asimétricamente. La ausencia de título de propiedad puede no solo reducir la voz de las mujeres, sino también hacer más difícil para ellas, entrar y prosperar en actividades comerciales, económicas y aún sociales. Este tipo de desigualdad ha existido en la mayor parte del mundo", escribió en un ensayo de 2002.
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Al menos en lo que se refiere a vivienda, Uruguay es una rara avis en ese escenario que traza Sen. Un estudio del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), titulado, Brechas de género en la propiedad de la vivienda y otros bienes de capital en Uruguay 2008, arrojó que el 15,7% de las mujeres son únicas propietarias de bienes inmuebles, contra un 9,3% de los hombres.
Por su lado, los copropietarios corren parejos: 19,1% ellas y 20,8% ellos.
Y esto ocurre en un país donde aún son notorias las grandes desigualdades de género.
Según el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres), en base a datos de 2009, la tasa de desempleo femenino es de un 9,8%, frente a un 5,2% de la masculina, casi el doble. Además, las mujeres ganan por hora de trabajo un 11,3% menos en promedio, que los hombres, brecha que puede aumentar cuando se trata de puestos de jerarquía.
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Y si además se habla de labores no remuneradas- un eufemismo que refiere casi invariablemente a las tareas domésticas-, ellas le destinan 36 horas semanales, contra 16, de sus pares varones, de acuerdo a un estudio en base a información de INE de 2007.
A pesar de todo esto, en materia de vivienda se percibe una brecha que favorece al sexo femenino. Para explicar estos resultados, hay motivos que pueden calificarse de "biológicos". A más edad, mayor porcentaje de dueños de inmuebles. Además, la viudéz es, por mucho, el estado civil más asociado a la propiedad de la vivienda ( casi el 61% de las pesonas en esta situación, lo son). Y por cada viudo, hay seis viudas en Uruguay. Así, podría decirse que este estado civil es la principal explicación de esta brecha, en favor de las mujeres.
El estudio agrega que el 90,6% de los hogares uruguayos declara no recibir rentas por bienes de capital (alquileres, intereses de depósitos, acciones, bonos; en definitiva, todo lo que no proviene de ingresos laborales). Debido a esto, los responsables del informe aseguran que se refuerza el concepto de que la propiedad de una vivienda es la verdadera gran riqueza con que cuenta un individuo. Y en este país las mujeres no están, al menos en éste aspecto, en una situación desventajosa.
En definitiva, entre tantas inequidades, una brecha se está estrechando.
Extraído de: El País.
Por: Elisabeth Sosa.
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